25.3.07

¡Si te enfermas, cúrate con un BARRERAZO!

Alberto Barrera Tyszka con su obra "La enfermedad", se convierte en el primer venezolano en recibir tan importante mención a la literatura como lo es el Premio Herralde de Novela, entregado desde 1983 por la prestigiosa editorial española Anagrama. Se lo dieron el año pasado, 2006. La enfermedad esta escrito en un registro inusual en nuestra lengua, que mezcla lo profundo con lo veloz, que apela a las emociones pero también a la inteligencia del lector, y se adentra en las formas con las que Occidente, actualmente, le ha dado la espalda a la enfermedad y a la muerte, en un empeño insaciable por construir un ideal de bienestar físico que tiene poco que ver con la verdad de la condición humana.

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Sinopsis de "La enfermedad" Ernesto Durán sabe que está enfermo. Aunque los resultados clínicos digan lo contrario, desde que se ha separado de su mujer y vive solo, padece todos los síntomas de un mal que, según sospecha, puede ser mortal. Su mente, más que su cuerpo, no puede mentirle. No es un caso de simple hipocondría. Su obsesión va más allá: tiene la certeza de que sólo hay un médico que puede salvarlo. Pero el elegido, el doctor Javier Miranda, en esos mismos momentos, se enfrenta a una tragedia personal: un diagnóstico irrefutable que señala que su padre tiene cáncer, y le quedan pocas semanas por vivir.A partir del eje de estos dos personajes, la novela teje varias de historias, divertidas y trágicas, donde las nociones de vida, enfermedad y muerte, conviven sin vergüenzas y sin culpas y donde, finalmente, la palabra literaria termina convirtiéndose en una experiencia de salud.

................................. BIOGRAFÍA

Nació en Caracas, 1960. También es autor de la novela "También el corazón es un descuido" (Plaza y Janés, México, 2001), del libro de cuentos "Edición de lujo" (Fundarte, Caracas, 1990), así como de los poemarios "Amor que por demás" (Caracas, 1985), "Coyote de ventanas" (Monteávila, Caracas, 1993) y "Tal vez el frío" (Pequeña Venecia, Caracas, 2000). En los años ochenta perteneció a los grupos poéticos Tráfico y Guaire. Es Licenciado en Letras en la Universidad Central de Venezuela, donde actualmente se desempeña como porfesor. Como guionista de telenovelas ha trabajado en Venezuela, Argentina, Colombia y México. Es colaborador regular de la revista Letras Libres y, desde 1996, columnista dominical del periódico El Nacional.

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Estaba buscando uno de sus cuentos más pertinente para mi blog, tiene varios y muy buenos, pero está difícil encontrarlos en red, seguiré buscando...mientras...
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AHI LES VA UN ENSAYITO DE BARRERA
la Jornada Semanal, 24 de noviembre de 1996
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Para Epigmenio Ibarra, Carlos Payán y Hernán Vera
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Huellas dactilares y culebrones Alberto Barrera Tyszka
.......... El venezolano Alberto Barrera Tyszka, autor del libro de cuentos Edición de lujo, es el guionista en jefe de Nada personal, la telenovela ideada por Carlos Payán, Epigmenio Ibarra y Hernán Vera que se planteó romper con las recetas probadas del género y hacer rentable un proyecto diferente. Nada personal ha marcado un parteaguas en la televisión mexicana y hoy está en el ojo del huracán por la inesperada salida de Ana Colchero, en desacuerdo con el desarrollo de su personaje.
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Hace casi diez años, cuando lleno de pudores me iniciaba en este oficio de escribir telenovelas, fui citado a una reunión con un gerente cubano para enfrentar un nuevo proyecto destinado al horario estelar.El hombre me recibió con una amplia sonrisa. Sus pupilas, en menos de dos segundos, evaluaron y etiquetaron mi aspecto. "Me han hablado bien de ti, Barrera", comenzó. "Dicen que también escribes una columna en el periódico...", administró, entonces, una engolada pausa y recitó, con una solemnidad digna de Libertad Lamarque, "cultivo una rosa blanca/en marzo como enero/ para el amigo sincero/ que me da su mano franca...". Acto seguido, me extendió una mirada cómplice que ­sin permitir mayor corrección­ me obligó a musitar ridículamente: "José Martí." "Lo sabía, Barrera", casi exclamó jubiloso,"tú eres un hombre culto." Y sin más preámbulo que una palmada en el hombro, se lanzó a describir su proyecto: "Todos conocemos a Hamlet, Pipo, oye esto: él odia a las mujeres, porque su padre era un comemierda, vaya, y lo crió odiando a las mujeres. Ella está más buena que comer con los dedos ­masticó un silencio, y boceteando tres patrióticos puntos suspensivos agregó...­: pero es pobre. Los dos se encuentran casualmente. Se conocen. Él la ama de inmediato... pero también la desprecia. No me preguntes por qué... Esas cosas pasan, tú que has leído tanto lo sabes mejor que yo. Total que él aprovecha entonces una deuda del padre de ella y hace negocio: la deuda a cambio de la muchacha... ¿Qué te parece?" Yo sólo aporté un implacable rostro de imbécil. "Vaya, si está claro, es puro drama... Dime al menos: ¿cómo se llama la historia?" Un nuevo aporte: vuelta con mi cara de imbécil. El cubano, lleno de piedad, me cruzó el brazo sobre los hombros y susurró: "Yo compro a esa mujer, Pipo, ¿qué te pasa?... Todos conocemos a Hamlet, ¿o no?"
Ése fue mi bautizo con la gerencia de los mass media. Era el drama de un renacuajo, licenciado en Letras y fraguado en la derrota de la izquierda, con pretensiones de "transformar el género", enfrentado a la más exacta mueca de la industria. Dos poemarios bajo el brazo, lecturas de Dorfman, Martin Barbero o García Canclini, invocaciones a la semiótica de la cultura de Yuri Lotman, rejuegos con la narrativa fílmica de Osvaldo Soriano o de Gustavo Sáinz... nada de eso fue suficiente para aplacar las cifras del rating, el ABC de Televisa, el manual de procedimientos para arañar el éxito: protagonista virgen, amor de pobre, mucho sufrimiento, tesoro escondido, sangre, racismo, y un sueño: "¿A quién coño le importa lo que tú quieres decir, Pipo? Del otro lado de la pantalla hay una mujer sola con sus tres dientes y sus tres hijos. Ella sólo quiere ser blanca y rica. Es sencillo: ella sólo quiere una historia de amor."
Pasé así unos años, dialogando unos relatos infinitos donde una sencilla campesina ­siempre gozosa de una ambigua cabellera amarilla y de un par de senos francamente admirables­ terminaba de sirvienta en una mansión espectacular. La pobre y pura niña debía sufrir la mar de humillaciones, pero ­¡oh casualidad!­ en el fondo ella era la hija naturalde un no sé quién que siempre le heredaba (penúltimo capítulo) una fortuna desmesurada y que le permitía cumplir el anhelo de casarse con el rico bueno. Así, tuve entre los dedos a jóvenes ciegas, paralíticos dedicados a masticar mentalmente frases insólitas, madres horrorizadas ante la palabra orgasmo, malos dispuestos a levantarse a las siete de la mañana para rociar con ácido el rostro de su enemigo. Foucault hubiera saboreado un imperio en este costado del mundo, frente a la pantalla del televisor. Las reglas de la creatividad y de la producción simbólica dentro de la telenovela perfilan, sin duda, una definición distinta del oficio de la escritura. El escozor frente al bestseller es una nostalgia romántica. Da lo mismo apelar al folletín de Dickens que reírse de las entrañas del monstruo. En sus memorias ­cuyo título en español es Llamémoslo experiencia­ Erskine Caldwell relata su tránsito por Hollywood y se refiere a un proyecto de película del cual sólo le habían regalado un dato: una mujer se lanza de cabeza en un lago. En la primera reunión ­según cuenta el autor de "El camino del tabaco"­ un productor, demasiado efusivo, habla de una historia radicalmente distinta. Caldwell, algo perplejo, asoma algún reparo y el productor, con cierto desparpajo, le pregunta quién es él. "El escritor", responde con cierta humildad. "¿Cómo carajo no sabe, entonces, de qué se trata la historia? ¿Acaso aún no la ha escrito?", pregunta extrañado el productor. La anéctoda es emblemática. Ése es el semidiós de la cultura de masas. Ahí está el autor. Ése es su rango. La palabra al servicio de la industria. Tan sucio y tan digno como el oficio de Pessoa o de Cavafis. Tan loco y humillante como cualquier trabajo. Ése es su escenario. Su ansia y su herida.
Pienso ahora en el Huicho de El premio mayor. Pienso también en Nada Personal. Sería, sin duda, mucho más fácil escribir, producir, realizar y actuar una novela que siguiera ese ABC, ese manual. Ya las recetas están hechas, probadas. Ya ­se dice­ son rentables. Además, en el campo de la escritura no hay conflictos mayores. Se trata de activar un piloto automático y listo está, se produce. Asombrado, alguna vez, Heberto Padilla comentaba su interrogatorio a Delia Fiallo. La respuesta de la "reina de las telenovelas" fue contundente: "¿Qué hago yo si leo La tempestad y me sale Topacio?" No hay más. Sólo queda, entonces, una apuesta, una aventura. Y, por supuesto, la hoja de puntos del rating. Lo demás es material de simposios y conferencias. Pura opinión. Y, como siempre, la opinión sólo es importante cuando se convierte en mercado. Que lo diga si no el subcomandante Marcos.
Suele ocurrir: ya llevo cinco cuartillas y no sé si, finalmente, he cumplido el objetivo. Es parte, supongo, de mi incapacidad leninista (tan de derecha ahora) de llegar al grano. Quería, sinceramente, tan sólo compartir el temblor de un escritor en este trance de vivir, de dejar sus huellas dactilares en la piel de un culebrón. Sólo eso. Decir que no hay editoriales posibles, que es indigno pretender hablar a nombre de otros, que la realidad ­gracias a quién sabe qué dios­ es mucho más turbia y difícil de lo que parece;que se pueden relatar tragedias más nuestras que los refritos de radioteatro cubano; que, sin embargo, lo único que quiero es pagar mis cebollas y mi whisky, mis enfermedades y mi nevera sin escarcha... Que escribir es tan hermoso y tan deleznable como cualquier otro oficio. Pero es el mío. En esto quiero hacerme experto... Que, al menos en este terreno íntimo y feroz, se les puede ganar una batalla a los que piensan que la gente merece el sueño que se les vende, que en estos días hablar del amor es fácil, que sólo se puede entretener en la televisión si se prohibe la realidad. Todos conocemos a Hamlet. Una calavera ­dura e intensa­ puede ser, al mismo tiempo, un jardín, un beso olvidado, una confusión, una fiesta, un secreto, un muerto, un país.
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1 comentario:

Anónimo dijo...

Presentada edición china de La enfermedad, de Alberto Barrera Tyszka
El pasado lunes 28 de enero 2008 fueron presentadas las seis novelas ganadoras del concurso anual convocado por la Editorial de Literatura Popular de China, en una ceremonia realizada en el Salón de Actos del Hotel de los Chinos de Ultramar, en Pekín. En el grupo de novelas ganadoras se encuentra La enfermedad, del venezolano Alberto Barrera Tyszka, que a finales de 2006 había obtenido también el premio Herralde de novela.
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