24.6.07

MATA en las aguas

Humberto Mata nació en Tucupita, Estado Delta Amacuro- Venezuela, en 1949, escribe relatos desde los quince años. Narrador, ensayista, crítico de arte y calificado melómano, publicó "Pieles de leopardo" (1978) con el que obtuvo el Premio Conac de Narrativa 1978, y en 1992 ganó el Concurso de Cuentos de El Nacional, por su cuento "Boquerón".


Actualmente se desempeña como Docente en el Instituto Universitario de Estudios Superiores de Artes Plásticas Armando Reverón. Ha publicado los libros: Imágenes y Conductos (cuentos, 1970), Distracciones. Antología del Relato Venezolano 1960-1974 (1974), Pieles de Leopardo (cuentos, 1978), Luces (cuentos, 1983), Toro-Toro (cuentos, 1991), Pieles de Leopardo (antología Personal, 1992), Eudes Balza: El Cantor del Delta (testimonio, 1997), Pie de página, (híbrido o novela, 1999) y Boquerón y otros relatos (2002). Textos suyos han sido publicados en antologías y traducidos al inglés. Su trayectoria lo convierte en uno de nuestros narradores más sobresalientes de las dos últimas décadas.


Su cuento AGUAS (muy ilustrativo para esta época), tiene mucha influencia de Borges, quizás por el hecho de que ambos nacieron en zonas que parecen laberintos. Es un autor irónico, narrador de ficciones, sabe atrapar al lector en las paradojas de las experiencias cotidianas. Es un autor que se le ha escabullido a la novela, más cuentista que otra cosa, aunque si la ha escrito (por ejemplo su gran relato policial: Pie de Página).


Como la mayoría de los escritores venezolanos que comenzaron a escribir en la década de los sententa tiene un afán por la estructura, por la construcción de personajes bien armados y profundos.


AGUAS
Humberto Mata


El lugar de nacimiento nada tiene que ver, aunque en verdad no me atrevo a negarle participación. Usted debe decir que sí, sí tiene que ver, amigo mío; nacer en una región donde llueve tanto y tanto se inunda, debe ser un factor muy determinante. Es algo que la gente lleva por dentro y de lo que jamás podrá escurrirse. Si eso es cierto no tengo escapatoria, le respondo. Pero escuche, escucha también tú nuestra historia de las aguas.


Desde que nos alejamos de mi región para vivir en esta ciudad, tuve el presentimiento de que estábamos cometiendo un delito, o cuando menos una torpeza. Nada nos obligaba a hacer lo que hicimos. Una casa amplia, típica construcción capitalina de los ´50, nos acogió. Tiene tres habitaciones y un baño en la segunda planta, y un espacio indeciso que con el tiempo llamé estudio; otras tres habitaciones y otro baño componen la primera planta, además de una cocina y un patio pequeño que decide inundarse con cada llovizna.


Estas inundaciones, insignificantes al comienzo, llegaron a parecernos provechosas porque constituían una prolongación de las costumbres de mi lejano pueblo. Luego, sin embargo... No debo apresurarme por los otros; sólo mi tiempo es limitado; usted, amigo mío, tiene mucho, sin contar con todo el tiempo que tienen los demás.


El asunto, para ser exacto, no comenzó por el patio, aunque después éste se convertiría en centro de angustia. Se inició por las tuberías. Una mañana descubrimos que cierta pared de la primera planta estaba humedecida, y no nos costó esfuerzo alguno constatar que, con el paso de los días, la humedad se hacía más pronunciada. Una figura indescriptible, digna seguramente de algún artista, tomaba forma en la pared. Ponderamos la situación y a pesar de nuestro gusto por lo natural, decidimos acudir a un especialista. Romper y reparar la tubería dañada, fue el dictamen. Lo hicieron, y la calma volvió. Al poco tiempo nos dimos cuenta de que el lavamanos de un baño goteaba por una parte que no lograron descubrir. Cambiaron las llaves, el sifón, otras conexiones. El lavamanos continuó goteando; y nos acostumbramos. Después una poceta, luego otra, presentaron desperfectos que nadie fue capaz de eliminar. También nos acostumbramos. Total, como esas aguas caían en los sumideros de los baños, sólo teníamos que andar con cuidado, no fuera a resbalarme en el piso humedecido. ¿Se imaginan lo que vino después? Exactamente. Las paredes se humedecieron: aquella, la reparada, volvió a mostrar su figura artística y todas sus compañeras de la planta baja la imitaron, dando lugar a un galería que nada tenia que envidiar a aquellas prestigiosas de la ciudad que muestran con orgullo casi desfachatez obras de disparejo gusto y formas de inimaginables contornos y tonalidades.


Propusimos (propuse) que esa galería de humedades fuera aprovechada; y pronto nos convertimos en dignos poseedores de una de las más prestigiosas galerías de la ciudad. Nuestros visitantes aportaban una suma módica para admirar esas formas erradas que día a día iban cambiando ante el beneplácito de distinguidos críticos y de nosotros. La planta baja nos brindó acomodo. La casa era fuerte y toda posibilidad de derrumbe se encontraba remota. Además, vivir arriba no dejaba de tener sus encantos; paredes secas, platabanda sin filtraciones, vista de calles y colinas desde las ventanas. Sólo teníamos que bajar, para las comidas y para abrir nuestra galería al público. Pero soy nostálgico. Una noche, cuando todos dormían, bajé a la galería oscura y entré en la habitación que tiempo atrás había sido mi cuarto. No lograba ver nada, pero conocía ese espacio y caminé por él sin vacilaciones elocuentes. Sentí de pronto que algo me golpeaba en la cabeza. Era algo húmedo, insoportable en la oscuridad. Corrí al interruptor y encendí las luces; y descubrí que del techo se precipitaban hacía mí gotas de agua. Este techo será tan bien parte de nuestra galería me dije, casi intento. Recordé sin embargo que mi antigua habitación estaba bajo el baño de la segunda planta.


No nos alarmemos convenimos, es una simple gotera a causa de filtraciones en la ducha. Siempre podremos controlar esa gotera. Basta imponer un régimen para el uso de la ducha. Nuestra actividad, ahora, cuando no tenemos que salir a trabajar puesto que subsistimos con las entradas que nos proporciona la galería, es mínima; podemos, por lo tanto, darle menor tiempo a la ducha, e incluso suprimirla en ciertos días poco calurosos. Ahora tendríamos también el placer (o la angustia) de convertirnos en creadores (reguladores) de las formas que iban naciendo en el techo del que fue mi cuarto. Esta tarea traería consecuencias, porque jamás nos pusimos de acuerdo en cuanto a la culminación de la obra y uno que otro, a escondidas, abría la regadera mientras algún otro hubiera preferido que se clausurara para siempre, ya que consideraba completa la obra del techo. Entonces comenzaron las lluvias y el patio se adueñó de la situación, impidiendo (o cambiando por otro) un desastre que parecía inevitable: el conflicto familiar.


La primera lluvia trajo la inundación; nuestro patio desbordó las aguas que presurosas recorrieron la casa. Cuando la lluvia cesó, el piso de la planta baja era una colección de pozos que al secarse permitieron nuevas formas a nuestra galería. Ahora, dije, el espectáculo será total: paredes, techo y piso. Pero las lluvias y los desbordamientos continuaron. Las paredes de la segunda planta comenzaron a perder la capa de pintura y a presentar formas preocupantes en sus superficies. Nos recluimos en el estudio. Desde allí escuchábamos el agua caer de los techos, salir como disparada de las paredes, recorrer el piso de abajo por los desbordamientos del patio. Todo era agua, como en mi pueblo. Nuestra galería estaba arruinada; nuestros ingresos ya no existían, y nadie quiso abrir la puerta del estudio por temor a que un torrente de agua invadiera mi ultimo reducto.


Allí no cesó la tormenta. Un día infame alguien notó que el techo del estudio comenzaba a dibujarse. Acerqué a la familia hasta un rincón y por primera vez desde mi encierro puse música. ¿Por qué, amigo mío, dígame alguien por qué Das Lied von der Erde? Vi a la familia acurrucada en el rincón; vi la ventana que da a la calle, y por ella me lancé. Ya, como usted comprende, no puedo contarle nada más. Sólo me resta esperar la llegada de las aguas. Todos lo han dicho: ellas jamás me abandonan.


Fuentes: Sidor Ficción Breve Venezolana

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